La evaluación neuropsicológica debe tener en cuenta los resultados de los test junto con los datos procedentes de los estudios de neuroimagen y valorar ambas informaciones de acuerdo con los conocimientos fisiopatológicos de una determinada enfermedad. De forma ideal, los test elegidos deben ser estandarizados, en especial cuando las disfunciones esperadas resultan sutiles, como puede ser en el ámbito de la psiquiatría o en el inicio de los procesos neurodegenerativos. Las funciones cognitivas específicas a evaluar son atención, percepción, memoria, lenguaje y funciones frontales, que deben contextualizarse de acuerdo con la inteligencia general del paciente, sus años de escolarización y el contexto sociocultural. Afasias, apraxias, alexias, agrafias, acalculias, agnosias, amnesias y síndromes frontales se consideran focalidades neuro­psicológicas, porque son trastornos producidos por lesiones macroscópicamente visibles en la tomografía computarizada o en imágenes por resonancia magnética. Las lesiones cerebrales difusas o los procesos neurodegenerativos causan trastornos de atención, memoria y velocidad del procesamiento cognitivo. No existe ninguna batería neuropsicológica que sea útil para todas las patologías, ni para todas las aplicaciones de la evaluación neuropsicológica. Se usarán distintos test según la patologías a valorar y según que la intención de la evaluación sea diagnóstica, pronóstica, de orientación a la rehabilitación cognitiva o dirigida a la identificación de secuelas.

Actualmente, las enfermedades neuropsiquiátricas constituyen un emergente e importante ámbito de evaluación e intervención de la neuropsicología clínica. La exploración de las funciones cognitivas incrementa y perfila, pero no permite establecer un diagnóstico, las observaciones conductuales y clínicas efectuadas durante una entrevista psicopatológica. Adicionalmente, la comprensión de la neurofisiopatología de los trastornos psiquiátricos se ha reforzado por el creciente uso de técnicas de neuroimagen. El surgimiento y desarrollo de éstas ha posibilitado el estudio in vivo de cambios estructurales y funcionales de los trastornos mentales. Las técnicas de neuroimagen estructural y funcional permiten explorar, evaluar y medir cambios en el volumen, forma, función y conectividad en diversas patologías mentales. De hecho, toda evaluación cognitiva debe considerar conjuntamente los resultados de las pruebas psicométricas administradas con los datos de la exploración psicopatológica efectuada y de los estudios de neuroimagen, y valorar ambas informaciones de acuerdo con los conocimientos neurofisiopatológicos de una determinada enfermedad psiquiátrica. Sin embargo, la evaluación neuropsicológica y de neuroimagen en neuropsiquiatría presenta unas particularidades que hay que considerar. En relación con la primera, la naturaleza más sutil de los déficits cognitivos y la afectación preferente de determinadas funciones (atención, memoria de trabajo y funciones ejecutiva s) deben contextualizarse de acuerdo con la inteligencia general del paciente, años de escolarización y contexto sociocultural. En relación con la neuroimagen, hoy por hoy, todavía no está establecida la forma cómo dichas técnicas pueden ser una prueba clínica complementaria rutinaria que permita obtener datos para ser utilizados en el proceso diagnóstico o en las decisiones terapéuticas.

La población humana envejece en términos absolutos y relativos. El envejecimiento normal se acompaña de alteraciones en la estructura y función cerebral y se asocia a cambios cognitivos, que pueden estar relacionados con enfermedades neurodegenerativas. En este tema se revisan los conceptos de neuroprotección entendida no solo desde la perspectiva de evitar la muerte celular sino también de preservar una red funcional sináptica. Se discuten los conceptos de neuroplasticad y los mecanismos que la sustentan en todos los niveles de organización de la materia. La  neuroprotección y la neuroreparación se presentan como fuentes para el nacimiento de la neurología restaurativa. Se dedica una sección a la revisión de las estrategias de neuroprotección cognitiva que, con fines didácticos,se agruparon en cuatro categorías: farmacológicas; nutracéuticos, vitaminas, herbolarias y hormonas; actividad física y estilo de vida, y neuromodulacion y terapia génica. Se  discuten desde moléculas comunes en el cerebro, tales como las sirtuinas, hormonas sexuales, factores de crecimiento y vitamina D, hasta la selección de estilo de vida, como la dieta, el ejercicio y otras tecnologías relacionadas con la terapia génica, el reemplazo celular o el uso intracerebral de factores neurotróficos y la neuromodulación. En las consideraciones finales del tema se apunta el hecho de que, aunque muchos de los mecanismos de neuroprotección y neuroplasticidad son los mismos para cientos de moléculas y otras estrategias, existen limitaciones  que exigen que los modelos sean mejorados, se desarrollen nuevos biomarcadores y nuevos paradigmas de ensayos clínicos que consideren combinaciones de fármacos y/o la administración secuencial de agentes neuroprotectores. Finalmente, se enfatiza en la necesidad de neuroprotección temprana como terapia para las enfermedades neurodegenerativas y otros daños al sistema nervioso.